De niña siempre tuve perros y fueron una compañía muy linda para mi hermana y yo. Mi ñaña cuando era pequeña, unos 5 años, jugaba a que nuestra perra Patricia la guiaba, mientras ella cerraba los ojos. En ese entonces teníamos el hueco de la piscina en el jardín y la perrita Patricia nunca dejó caer a Naty. Aún tengo la imagen de la mano de mi ñaña dentro del hocico de la perra y Patricia guiandola con tanto amor y devoción que es uno de los recuerdos más lindos que tengo sobre una mascota.
En el Tumbaco de los 90´s, era común que las casas no tengan cerramiento y en mi calle como las de otros sectores de Tumbaco, los perros ocupaban calles y veredas. Incluso ahora que lo pienso bien, es probable que no todos esos perros hayan tenido un hogar y que sobrevivían por su cuenta.
Mi vecina de ese entonces despostaba carne los viernes, así que crecer viendo una vaca o cerdo colgados mientras faenaban su carne, no era algo novedoso para mi. Y por supuesto sus perros parecían salidos de una caricatura: grandes, robustos, feroces y bien alimentados. Siempre con un fémur en su plato.
Los perros de mi cuadra si que eran una pandilla, ladrando a cualquier moto o bicicleta, siempre cuidando su territorio y robando cada tanto un hueso a la vecina mientras sus perros guardianes los perseguían.
Mi Paty era más bien de casa, pero con ese espíritu feroz y cuidador de una perrita mestiza. Con nosotros era la perra más fiel y dulce pero con los transeúntes que olían a trago era una fiera. Encontraba la manera de escapar y protegernos. Los vecino borrachitos si que vivían aterrorizados de la Paty, ella con solo oler alcohol se volvía loca y pienso era su manera de demostrar su protección. No con orgullo puedo mencionar que fuimos algunas veces a la clínica de Tumbaco con el vecino borracho que fue mordido por la Patricia.
Desde que regresé a vivir a Tumbaco no he vuelto a tener perros, ahora mis mascotas son los gatos, dueños de la morita wasi y amores de mi hijo Thiago.
De alguna manera al recibir sus mascotas en Morita Wasi cuando vienen a compartir en mi espacio, es la forma en la que vuelvo a esas memorias. Sus perros siempre serán bienvenidos ya que son parte de su familia, como en fue mi Patricia querida.
Estas historias de los perros de mi barrio estarán siempre en mi memoria, cuando aún la Morita estaba llena de moras silvestres, uvillas y acequias.
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